sábado, 27 de septiembre de 2008

iNMiGRaNTe oLíMPiCo

(Ya se que estoy fuera de fecha, pero tampoco vale la pena esperar 4 años más a Londres 2012, para escribir una pelotudez semejante. Imaginen que están esperando el turno en el médico y la revista que agarraron es de hace un mes, y ésta la anteúltima pagina, esa que no lee nadie porque va acompañada de una propaganda gigante de alguna pastilla adelgazadora).

Esperaba ansioso los Juegos Olímpicos, años y años, 4 exactamente, escuchando las palabras Pekín, Beijing, y China, y varios meses los nombres de Phelps y Bolt, además de los de Messi y Nadal, porque yo estaba en España, en Catalunya, perdón.

No es un dato menor lo de encontrarse en otro país para acontecimientos de este tipo. Olvidate de ver reportajes a los deportistas de tu país, olvidate de ver las actuaciones de tu país, olvidate de enterarte algo relativo a como va tu país, salvo que tu país, esté entre los 3 primeros en el medallero general.

Para que se den una idea de el patriotismo (pelotudez) de los periodístas españoles, les cuento que para todos ellos estos juegos olímpicos serán recordados como los juegos de Phelps, Bolt y Nadal. Los dos primeros batieron todos los records habidos y por haber en las dos especialidades olímpicas de mayor de tradición, la natación y el atletismo, de una manera abrumadora. Nadal ganó el oro en tenis. Sin embargo, los periodistas ponen a los 3 en el mismo escalón. A pesar de que la Australiana Stephanie Rice ganó 3 oros, por citar un ejemplo, el mundo, según ellos, debería acordarse de Nadal, que es un fenómeno, pero convengamos que no hizo ninguna hazaña.

Volviendo al desarrollo de los juegos, al YO teleespectador inmigrante en un país de periodistas patriotas, ly con una respuesta corporal y mental un poco extraña, experimenté una cadena de sentimientos de lo más contradictorios. Empecé por la adrenalina, el “subidón”, causado por las ganas de ver deportes que en realidad no me gustan, ni me interesan, pero que cada 4 años me hago el fanático y hasta me hago el que entiendo, comiéndome datos y estadísticas que no sirven para nada, y con fecha de caducidad en la ceremonia de clausura. Es entonces cuando uno habla de remo, tiro con arco, natación sincronizada, equitación, esgrima, etc.

La adrenalina me duró 4 o 5 días, no más. Cambié la adrenalina por la falta de identidad, traducida en desorientación y crisis de nacionalidad. Entré en este sentimiento cuando me di cuenta que en 5 días, no había visto ni una sola camiseta o banderita “blanquiceleste”. Un bombardeo sensorial con Televisión Española a la cabeza, pero con la gente que me rodeaba como soldaditos, inconscientes de su complicidad, hizo que yo me replanteara esa adrenalina. ¿Eran esos los juegos olímpicos que yo esperaba? ¿Era eso lo que yo quería ver? Definitivamente no. Me hicieron alentar por camisetas rojas y amarillas, y sentir dentro de mi cabeza una canción que dice “a por eios”, pero no lograron convencerme, me di cuenta enseguida (no podía ser).

Entonces dividí la falta de identidad en dos sentimientos separados. El primero, es que soy argentino y quiero ver a Argentina. El segundo, una especie de odio a España, odio deportivo causado por su pésima y patriota televisación y por sus periodistas, de iguales carácterísticas que la tele. Ellos me obligaban a ver españoles, y yo me vengaba internamente haciéndo fuerzas para que pierdan. Pero a los 4 o 5 días de hinchar por el país que juegue contra España, me di cuenta de que todavía no había visto competir a ningún argentino. Casi 10 días de competición, y yo no había visto ninguna competencia de argentinos (con excepción de Fútbol y Básquet). Y es ahí cuando mi sentimiento volvió a cambiar.

Me puse en el lugar de los otros, imaginé un español viviendo los Juegos desde Argentina, y entendí un concepto. Cada país televisa a los deportitas nacionales en todas sus instancias, y las finales de casi todos los deportes sin importar la nacionalidad de sus participantes. Eso se llama decepción. Que los argentinos no fueran televisados en España, no era por culpa de los españoles, sino de los propios argentinos, carentes de nivel para llegar a las finales. Yo no había visto solo los colores rojos y amarillos, había visto banderas de todos los colores provenientes de todos los continentes, pero ninguna celeste y blanca.

Ya decpcionado, empecé a indagar analizando los deportes y sus ganadores. Pero hay una pregunta que no tiene respuesta. ¿Cómo le fue a Argentina en los Juegos Olímpicos?
Una de las respuestas es la “oficial”, que dice que en el medallero quedamos en el puesto número 34. Otra de las maneras de responder, es dividir la cantidad de habitantes del país por la cantidad de medallas, pero tampoco me interesa demasiado. Por otro lado, ¿Vale lo mismo la medalla de oro de un idiota saltando en la cama elástica que la de un equipo de hockey integrado por 20 personas o más? ¿O si son 16 jugadores, el país suma 16 medallas? Para el comité olímpico vale lo mismo. Para la gente no.

Como amante del deporte primero, y como argentino después, quedé decepcionado. No concibo como deporte a un caballo dando saltitos de modelo, o a un gordo con una escopeta disparándole a un freesby. Que eso valga lo mismo que el esfuerzo de todo un equipo me parece una tomadura de pelo. Pero como argentino, no entiendo como todos los países tienen “deportistas” en estas disciplinas, pero nosotros no. ¿O no tenemos millonarios que quieran más a sus caballos que su mujer, o que se la pasen todo el día con una escopeta? También nosotros tenemos negritos que se cagan de hambre y corren un par de kilómetros descalsos para ir a la escuela, pero ninguno compite en las maratones. O no tenemos algún giganton hiperquinético al que el doctor le recomiende la natación como terapia, y salga un nadador como la gente. Algún loco que se crea Robin Hood y compita en tiro con arco, algún atleta que se dé cuenta que no sirve para ninguna prueba y compita en el decatlón, o algún patovica que levante pesas. Pero por lo visto a nosotros no nos importa nada de eso.

No nos olvidemos tampoco, que hay deportes respetables que entregan una cantidad de medallas con la que es difícil competir. Gimnasia artística entrega 10 medallas a cada sexo, o sea que un solo gimnasta puede llevarse 10 medallas él solito, mientras que los deportes de equipo entregan sólo una. Son pruebas parecidas, con leves diferencias, pero que cuentan como deportes diferentes. O sea que las dos medallas en hockey y basket que logró la Argentina con un trabajo de equipo espectacular en donde intervinieron 50 personas y para las que compitieron todo el mes de agosto, suman menos que las 3 de un chinito que sabe hacer mortales y las hace en el suelo, en el potro, y y en la barra, en una sola tarde.

Es entonces cuando miro el medallero, y me pregunto si Argentina le fue bien o mal. Miro los países que están arriba nuestro, y encuentro en sus medallas pruebas que para mi no son deportes, pero sin embargo ellos ocupan una mejor posición. Somos el país 34 en el medallero, estaremos un poco más arriba si dividimos medallas por cantidad de habitantes, ¿pero nos importa realmente subir en el medallero con deportes que ni si quiera sabemos el nombre? Tenemos la capacidad de emocionarnos con la medalla de Curuchet arriba de una bicicleta, pero nadie se hubiera puesto triste si no la ganaba. Nos alegra por él, pero no es un deporte que nos interese, y el ciclismo es sólo un ejemplo.

Estoy seguro, segurísimo, que a todos esos países que festejan medallas de deportes que nadie conoce, jugados por algunos fanáticos, les gustaría ser bicampeones olímpicos de fútbol, deporte mundial por excelencia. Y por eso, es que salimos de los juegos con pocas medallas, y la frente bien alta.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

SiMpLeMeNTe úNiCoS Y RePeTiBLeS

A veces pienso que todos somos iguales. Eso de que cada uno es diferente y es un ser único me parece, a veces, una utopía estúpida. Digamos que hay varios "prototipos" de personas, y uno va eligiendo las carácterísticas más convenientes, las mujeres generalmente eligen ser rubias y ponerse tetas, los hombres eligen ser el canchero que se las sabe todas, y algunas otras personas eligen lo contrario, pero de ahí a lograr 5 mil millones de combinaciones diferentes existe un abismo.

Cada vez más vamos siendo todos iguales, a casi todos se nos ocurre ir a España, pero todos queremos volver, a casi todos nos gusta mirar la tele sentados en un sillón, y casi todos prefieren una cama en vez del auto para tener sexo.

Lo raro de todo esto es que la gente diferente, los que buscan innovar, son capaces de inventar miles de cosas espectaculares que los hacen a ellos seres diferentes, pero que nos hacen a todos los demás cada vez más iguales.

Por necesidad, por diversión o por placer, a alguien se le ocurrió inventar una computadora, y a alguien, con las mismas razones se le ocurrió una red que las una a todas. Esas dos personas seguramente formen parte de una minoría, no únicos pero si pocos, de mentes brillantes que logra no solo ser realmente diferentes, sino que a la vez logran que todos nosotros seamos casi fotocopias.

O vos te creés único porque sos capaz de salir a bailar con una remera que tiene la cara del Che Guevara fumándose un porro. ¿Sabés cuantas de esas hay en el mundo?. O vos te creés diferente porque te sabés manejar en el metro/subte de Madrid sin usar un mapa. ¿Sabés cuantos de esos hay en el mundo? Vos que usás rastas o te ponés tatuajes, vos que te hacés el hipie y te vas de mochilero dos meses, vos que aprendiste a subir videitos a Youtube, vos que sabés dar vuelta un panqueque tirándolo para arriba, vos que una noche te agarraste a dos minas, vos que sacaste el carnet a los 17 y sabés manejár borracho, vos que sos capaz de regalar una rosa, vos que sos capáz de decir las cosas a la cara, vos, si vos, que te creés diferente porque tenés un blog.

Perdón por volver al mismo ejemplo, pero original y diferente fue el primero que se puso una remera de A+ con una frase en italiano al estilo "non parlo di doping". Sólo el primero, todos los demás simplemente confirmaban la teoría que hoy intento describir. Otro ejemplo es contar cualquier cosa en una charla, siempre va a aparecer alguien que dice "y no sabés lo que me pasó a mi" o "un amigo mío también", es imposible contar algo realmente nuevo, que realmente no le haya pasado a nadie.

Reviso mi vida, como si buscara algo realmente diferente, pero no diferente a mis amigos, diferente a todos, y entonces me doy cuenta que tuve un grupo de música en la adolescencia, que me teñia el pelo de colores, que fui varias veces para la Patagonia, que emigré hacia España en busca de un paraíso (que no existe), que me emborrachaba cada vez que podía, que me hacía el borracho tantas otras (cuando no podía), que cada vez me gusta más boludear por internet.

Todas estas cosas me hicieron sentir diferente en el momento en el que las hice, me hacían sentir que yo no era del montón, y ahora miro hacia atrás, y me doy cuenta de todo lo contrario, y les recomiendo que lo hagan, es un buen ejercicio. Te das cuenta que formás parte de un grupo de personas, tal vez sí sea una minoría, tal vez ni los conozcas, pero eso de seres únicos e irrepetibles, no existe.

En realidad hay algo en lo que sí creo ser diferente, pero simplemente porque no encontré a esa minoría de la que formo parte, porque no es un tema que la gente lo grite a los cuatro vientos, y es más dificil encontrar a tus pares.

Me refiero a eso que algunos llaman lugares exóticos, por no ser los comunes, donde hacer una de las cosas que más placer nos causan. No será difícil encontrar alguien que lo haya hecho en el mar, es un lugar típico dentro del grupo de los atípicos, un lugar público de fácil acceso y que te permite disimular lo que realmente estás haciendo dentro del agua. Tampoco será difícil encontrar alguien que lo haya hecho en los yuyos, bien sea al costado de una ruta, o a la vuelta del boliche, en este lugar da igual disimular o no, porque los autos pasan rapidísimo y nadie te conoce, o porque es de noche y podés decir que estabas muy borracho, respectivamente. Aunque los hombres lo cuenten como una gran hazaña, y las mujeres nunca lo cuenten a nadie por vergüenza, y haya gente que se inhiba en un lugar así, el baño del boliche es bastante común en este tipo de asuntos. Siguiendo con los baños, los de los aviones, trenes, o colectivos son otros de los más típicos dentro de los atípicos, y pueden pasar casi como lugares normales aunque haya gente que le de asco hacerlo ahí. O de noche en una plaza céntrica, evitando sonidos porque la gente pasa muy cerca, puede ser menos normal, pero no única.

Encontrar gente que lo haya hecho en cada uno de estos lugares es tarea fácil. Ahora, encontrar gente que lo haya hecho en todos y cada uno de estos lugares que nombré va a estar más que complicado, porque a la gente no le gusta hablar así abiertamente de estos temás, porque pueden contarlo en un comentario pero usando como nombre "anónimo" o la historia de "un amigo", y porque realmente son muchos lugares y muy variados donde no todo el mundo, se anima como yo, a quedarse en bolas, y "hecharse un cago".

lunes, 8 de septiembre de 2008

Te Ve

Hasta hace unos días estaba feliz, ansioso, mi temporada laboral europea llega a su fin y ya tengo el pasaje comprado para volver. Pero algo cambió, me sorprendí, y ya no tengo tantas ganas de subirme al avión.

Como ya les conté, en agosto hubo varios días feos, que como consecuencia hicieron que la gente se quede en sus casas, y yo pueda ocupar mis horas de trabajo a mirar la tele. Todo iba a bien hasta que se terminaron los juegos olimpicos.

Haciendo zapping entre los 200 canales encontre algo conocido: TELEFE INTERNACIONAL, donde pasan algunas cosas actuales, y otras no tanto.
Había leido hace poco un informe sobre la calidad en declive de la television argentina, pero yo no pienso asi.

Me acuerdo que la primera vez, estaba actuando Carlín Calvo, no había coordinación ni coherencia alguna entre sus palabras, sus movimientos, y sus gestos faciales. Después me sentí mal de pensar así, porque me acordé que había sufrido una paralisis facial, pero haciendo cuentas me di cuenta que esa novela era de antes de su enfermedad. Qué actorazo!!!

También encontré Telefé Noticias. Me dio la impresión de estar grabado en el living de una casa, pero más impresión me dio ver a Jorge Jacobson. Con el poco pelo que le queda cada vez más blanco, con la cara hinchada como si tuviera paperas en ambos cachetes, pero como siempre, nomás se deja ver la cintura para arriba ¿alguien le conoce las piernas a este señor?

Pero la nota se la llevó Susana, en un reportaje al "Bati". Susana lleva 17mil reportajes a deportitas y todavía no sabe lo que es un GOL. Y ni hablar de su aspecto, con el poco pelo que le queda cada vez más blanco, con la cara hinchada como si tuviera paperas en ambos cachetes, pero como siempre, nomás se deja ver la cintura para arriba, o al menos eso querríamos todos.

Verónica Lozano no es tan graciosa como yo pensaba, ni Leo Montero tan copado como pensaba (él mismo), hacen chistes muy malos que si no fuera por los reidores sería un papelon completo. Maru Botana es nada que ver a Xuxa, tiene acento de concheta, y Diego Perez es casi pésimo, no me sacó ni una leve sonrisa.

Cuando llegué a España, la televisión me pareció mala, muy mala. Pero me acostumbré, y ahora no la aplaudo pero tampoco la apago, no sé si me explico.

A veces me pregunto como hice para aprender ciertas cosas, de las que no me acuerdo esa etapa de aprendizaje. Cuando le pregunto a alguien "¿como hiciste para no tenerle miedo a los perros?" me responde que no sabe, que nunca le tuvo miedo, porque se crió ya con ellos. Y esto no cambia demasiado, "¿como hiciste para poder soportar tantas horas mirando a Larry de Clay esforzarse por ser gracioso?", y la respuesta será la misma.

Quiero ver TVr, CQC, "Tineli", alguna serie compada, Gran Hermano, Operación Triunfo, Intrusos, quiero ver todo. Porque si que es mala, muy mala, poco graciosa, poco elaborada, hipócrita, mentirosa, y todo lo que quieran, pero estoy seguro que me puedo acostumbrar en un par de semanas.

lunes, 1 de septiembre de 2008

JuiCio PoPuLaR

Una señora de unos 60 años atiende el kiosko del barrio por el que pasan todos los nenes de su alrededor, por lo menos, unas 5 veces cada uno, con monedas de 10 centavos diciendo “¿para qué me alcanza?”, acompañando a sus padres para poder manguearles algo, o simplemente para ver cuantas golosinas hay, y soñar con ellas.

Yo tenía unos 9 años, estaba más en el club que en barrio, pero cada tanto también me daba una vuelta. Yo no necesitaba monedas para comprar algo, mamá tenía cuenta y yo podía llevarme lo que quiera con solo decir “anotalo”, total a fin de mes, mamá pagaría casi sin revisar que me había llevado.

Eran vacaciones de invierno, y ahora sí pasaba todos los días por el kiosko, con una táctica que no fallaba nunca, mientras pedía algo que necesitara mi mamá, me acercaba al estante de los chicles y me robaba un par de Bazzooka, de banana casi siempre. Volvía a casa, le daba lo que había ido a buscar a mamá Alicia, y salía corriendo a la calle, a comerme el chicle, y ansioso con leer el horóscopo y el chiste, romper el papelito en 4 partes iguales, y lo tirarlo al suelo; si quedaban 2 partes para arriba, y 2 para abajo el horóscopo se cumplía.

Varias veces, “el Ema”, otro nene del barrio, me había visto robar chicles, pero al ver que no era nada de gran valor, se lo tomaba como una gracia, me sonreía un poco avergonzado, y se callaba la boca. Pero un día todo cambió, pasé de ser una nene gracioso a uno maleducado, de ser un nene inteligente a ser un ladrón, y de ser un travieso a ser un mentiroso.

Ya se termiban las vacaciones de invierno, y qué final que me esperaba. Un viernes por la mañana, “el Ema” me ve robar los chicles, me guiña el ojo, y yo vuelvo a casa como siempre. A la tarde, mamá me manda a comprar leche y pan, y me da $10 (porque no era en el kiosco). Por la calle, me la cruzo a la mamá de Ema, y la saludo justo con la mano en la que llevaba el billete, ella saludó, pero no sonrió. Yo lo dejé pasar, tal vez no estaba en un buen día.

El sábado siguiente, voy a jugar a la casa de “el Ema”, y entendí el por qué de la antipatía de su madre el día anterior. En el momento que me la había cruzado, ella volvía del kiosko, y se había enterado de que alguien había robado $10 de encima del mostrador. El resto creo que se lo imaginan. Su hijo siempre me vio robar chicles, se lo cuenta a su madre, ahora alguien se roba $10, ella me ve con $10 en la mano. Una regla de 3 simple me condenó culpable del robo.

Yo intenté defenderme, diciendo que sí, que soy un ladrón de chicles, pero incapaz de robar semejante cantidad de dinero (en ese momento eran 10 dólares!!), que me crean, que no les mentía, pero no, no sólo no hubo caso, sino que como buen barrio que era, la noticia empezó a divulgarse, con su grado de teléfono descompuesto, y su poca pericia policial, es decir, las pruebas eran las palabras de los testigos, nadie consultó a mi madre, ni investigó las huellas digitales del billete, ni la hora en que se produjo el hecho, así son los juicios populares.

A mi no me importaba lo que diga todo el mundo, unos lo tomaron como un simple chisme de barrio, otros comentaban lo malo que yo era, y otros se compadecían al verme como un nene inocente después de mandarse una cagada. Pero a mi me importaba lo que dijeran los más cercanos a mi, y hubo de todo un poco. Los más amigos creyeron mi versión, los menos amigos pensaban que yo era asqueroso, impresentable, y las nenas estaban totalmente sorprendidas y horrorizadas a la vez. Todos me siguieron tratando como antes, aunque yo se que por dentro seguían pensando lo mismo. Por suerte, con el tiempo, mejoré mi comportamiento y varios cambiaron de opinión.

Pero no fue la única vez que el juicio popular me declaró culpable.

Era un viernes a la noche, era mi primer año como estudiante de Educación Física en Mar del Plata, y era de las primeras veces que salíamos todos los chicos del curso juntos. Nos juntamos en un departamento para entonarnos un poco, agarramos un par más de cajas de vino para el camino, y salimos caminando todos juntos hacia el boliche.

Una vez dentro, ya no necesitaba tantos amigos, con uno que me acompañe en “la caza” ya estaba contento. No se como (porque no me acuerdo) empecé a hablar con una chica, no era linda ni mucho menos, pero parecía “simpática”, cosa que para bailar un rato era suficiente. En eso cayó un amigo, que también la conocía a ella, charlamos los 3 un rato y después me dejó solo con la chica. Un par de canciones más, me despedí, y seguí mi viaje.

En el camino me encontré a varios de mis amigos, tomamos algunas cervecitas, y de nuevo cada uno a lo suyo. Yo saqué a bailar a una chica, que me pareció muy linda (recordemos mi estado de ebriedad), hablamos, bailamos, me fui acercando de a poco para robarle un beso, pero ella me dijo que “ahí no, vallamos a la escalera”. En el camino a la escalera, hay más luces que en la pista, y ahí me di cuenta que tenía un par de kilos de más, nada que me importara.

La escalera subía al “guardarropas” y era el lugar más transitado desde las 5.30 en adelante. Algunos ni se percataron que yo estaba con esa chica, pero si me acuerdo haber saludado a uno de mis compañeros de curso.

El lunes por la mañana viene Martín y me dice “mi amiga preguntó por vos”, yo me sonrojé, pero le aclaré que no había pasado nada. Me clavó la mirada, se rió, y siguió caminando. Pero un día todo cambió, pasé de ser una nene gracioso a uno maleducado, de ser un nene inteligente a ser un ladrón, y de ser un travieso a ser un mentiroso.

El martes por la mañana, entraba yo apurado al CEF (lugar donde estudiaba) y una chica que yo no conocía me dice al pasar “hola Fer”. Yo no me di vuelta, estaba llegando tarde. Pero al salir de la primer materia ahí estaba otra vez, “hola Fer”, esta vez presté más atención, y tampoco imaginé de donde nos conocíamos, si era que nos conocíamos. Martín se me acercó, y me sacó de dudas, era la amiga suya con la que yo había estado hablando el viernes a la noche, yo tenía “recuerdos en fotos”, no me acordaba del todo, y tampoco quería saber nada.

Pero el peor momento fue a la salida de la fotocopiadora, porque el juicio popular se hizo al instante, parecía que se había puesto de acuerdo todo el curso para ir a ver el espectáculo. Ella se me acercó y me empezó a hablar. No le presté atención a lo que decía, simplemente estaba intentando comprender lo que veía. Empezando por abajo (porque tenía la cabeza gacha, con actitud de hombre abatido), tenía unas sandalias que no estaban mal, pero con esas medias rayadas no quedaban demasiado bien; un pantalón de joggin, una blusa que debería ser de su abuela, y arriba, unos bigotes de chef italiano. Ah! Y aparte era fea.

Varios se sorprendieron de verme ahí, yo estaba colorado, avergonzado, me sentía observado. Pero no solo lo sentía, cuando me di vuelta estaba todo mis compañeros mirándome, como sorprendidos, intentando adivinar que es lo que estaba diciendome la chica, y acusándome como si hubiera matado a alguien.

Mientras todos se iban a clase comentando el episodio visto y opinando abiertamente, yo intentaba scarme de encima a esa chica, a la que le decía que no tenía teléfono, que no me acordaba bien la dirección de mi casa, que no podía escribir su número en mis fotocopias porque eran los apuntes de clase y era un chico muy prolijo.

Llegué al salón 2 minutos después que todos los demás, sentí que las miradas me penetraban, me analizaban, el murmullo fue general, pero no me animé a la levantar la cabeza, solamente deseaba que entre el profesor para dejar de ser el centro de atención.

Ellos se preguntaban quien era esa chica, que hacía ahí, si realmente la conocía, por que yo actuaba de esa forma y de donde había salido. Y las respuestas no tardaron en llegar, nuevamene el juicio popular tenía testigos y pruebas que parecían fiables, reales. Uno de los chicos les contó a todos que era una amiga de él, y que yo había estado con ella hablando y bailando, hasta ahí nada fuera de lo normal, pero también estaba mi otro compañero, ese que me vio abrazo y besandome con una chica. Las dos pruebas eran irrefutables, hasta los horarios coincidían, y a nadie le importó comprobarlo, escacés de pericia policial y yo nuevamente culpable.

Yo me defendí, conté la verdad, dije que más allá de estar bien o mal, yo era capaz de hacer cosas “mal vistas” de poco calibre, pero que sería incapaz llegar a ciertos límites que le hagan mal no sólo a mi reputación, sino a mi moral. Yo juré a todo el mundo que yo era el culpable del robo de chicles, pero que nunca había ni si quiera tocado esos $10.

A mi no me importaba lo que diga todo el mundo, unos lo tomaron como un simple chisme de barrio, otros comentaban lo malo que yo era, y otros se compadecían al verme como un nene inocente después de mandarse una cagada. Pero a mi me importaba lo que dijeran los más cercanos a mi, y hubo de todo un poco. Los más amigos creyeron mi versión, los menos amigos pensaban que yo era asqueroso, impresentable, y las nenas estaban totalmente sorprendidas y horrorizadas a la vez. Todos me siguieron tratando como antes, aunque yo se que por dentro seguían pensando lo mismo. Por suerte, con el tiempo, mejoré mi comportamiento y por suerte, varios cambiaron de opinión.