lunes, 3 de enero de 2011

Que LoS CuMPLa ... oTRo

Nunca me había pasado antes, cuando era un chico un poco más tímido (o más digno) y mantenía cierta coherencia interna de no hacer lo que no sabía o no me gustaba. La necesidad laboral en mi “aventura europea” me llevó de a poco, a algo que yo había practicado solamente de noche y borracho, el no saber decir que no.

Durante mi época universitaria, nunca había querido “animar” fiestas de cumpleaños, tal vez el trabajo de menos responsabilidad y mejor pago al que puede aspirar un estudiante de Educación Física, pero cuando el pago es en euros todo cambia. Además de la enseñanza de todo tipo de deportes de los que no tenía (ni idea ni) experiencia alguna, acepté el papel de “animador” de cumpleaños y bautismos.

Lejos quedaron esos cumpleaños en alguna casa con la madre llenando las compoteras de chizitos y papas fritas (compradas sueltas), de nenes jugando a la pelota en el patio y nenas mirando desde el costado, de familiares sentados alrededor de la mesa cuando las sillas alcanzaban, de la búsqueda del tesoro armada por la hermana mayor, o de la prima del cumpleañero disfrazada de payaso.

Ahora los cumpleaños pasaron a ser una vidriera de lo que tengo y lo que puedo, que en un gran porcentaje se traduce en lo que quisiera tener y hago que lo tengo para que los demás piensen que puedo.

Desde esas primeras animaciones en la alta sociedad catalana hace 3 años, pasando por diferentes fiestas italianas, y hasta los días de hoy en las indescifrables clases sociales marplatenses, estuve en más fiestas de cumpleaños que en todo el resto de mi vida, en las más variadas situaciones que se puedan imaginar.

Al principio me llamaban la atención pequeñas cosas, como por ejemplo que los nenes catalanes coman aceitunas como si fueran chizitos, cuando acá se dice que hacen mal; que en Italia gasten una fortuna en la comida pero los platos y vasos sean de plástico, o que en vez de traer pizzetitas calentitas tipo 3 de la mañana traigan “fideos largos” y la gente baile comiendo spaghettis.

Toda la información que iba guardando en “pasiva” se activó con una excelente escena de una película argentina. Se conectaron los spaghettis con las aceitunas, el “tanti auguri” con el “felicitats”, los vasos de plástico y el despilfarro, los regalos y Diego Peretti; todos los caminos condujeron a Roma.

Los protagonistas de Tiempo de Valientes iban charlando en un auto cuando a uno de ellos se le revela un secreto musical escondido, “el payaso plin plin” tiene el mismo ritmo que el “FELIZ CUMPLEAÑOS”. Entonces me di cuenta de lo que pasaba.

Tal vez la parte más esperada e incómoda del cumpleaños, sea esta expresión musical reconocida y usada mundialmente, con letra poco producida y un ritmo no muy ingenioso, con miles de versiones a su favor no demasiado buenas. Como decía Les Luthiers, “un gran compositor, creador de grandes éxitos”; “Y... una de dos”.

No se si ya lo hicieron o no, ni si quiera si se lo merece, pero más de una vez me encontré analizando no sólo la canción más cantada del mundo, sino el momento de la misma, asi que empecemos por lo importante, que en este caso es el cumpleañero.
Depende la edad del festejante o tipo de fiesta en la que estemos la situación puede ser muy diferente hasta converger en un final común. Puede ser que todos estén repartidos entre el pelotero y el laberinto, o bailando algún ritmo latino, o haciendo la sobremesa charlada después de una comida. Ese momento de diversión se corta con la llegada a escena de una torta que se apoya en alguna mesa, indicando el lugar donde se debe ubicar el agasajado y los invitados.

Antiguamente, y cuando la generación del 80 cumplíamos pocos años, nuestros amiguitos se ubicaban alrededor nuestro y nos ayudaban a soplar las velas, pero actualmente esto cambió, los invitados se ponen en frente dejándote ese momento solo para vos, sin ayudarte ni a soplar, ni a pasar un poco desapercibido.

Una vez detrás de la torta, levantás la cabeza para comprender el momento, los movimientos en el fondo buscan la tecla para apagar la luz, y alguien pregunta por los fumadores para pedir prestado el encendedor. Las velas se encienden, los invitados empiezan a cantar, y vos no sabés que hacer.
Todo parece ir en cámara lenta, la canción no avanza, observás las caras de la gente y la mayoría sonríen, pero vos no sabes si sonreir con ellos o si sumarte al canto, si quedarte callado y acompañar con las palmas o simplemente no hacer nada y mirar las velas como si pensaras en los 3 deseos, no sabés a qué cámara mirar y tenés ganas de soplar y de que se acabe ese momento, pero hay que esperar la parte en la que todos dicen tu nombre (si es que lo saben) que indica que la canción está por terminar, y ahí sí, todos aplauden contentos y vos hacés gestos con la cabeza agradeciendo ese momento casi incómodo que uno tiene que pasar.

Pero vamos a un momento que por pasar desapercibido no deja de ser importante. Para los que entendemos la música como una matemática, por falta de cualidades auditivas claro está, nos damos cuenta que el “Feliz Cumpleaños” se puede cantar en un 3/4 o en un 4/4. Cuando se empieza a cantar, nadie diferencia uno del otro, cada uno tiene su melodía preparada, pero siempre los que cantan en 3/4 arrastran a su ritmo a los que esperan un pulso más para arrancar con el segundo verso. Esto hace que la canción parezca tener eco, y es la primera descoordinación.

(NOTA: hacer la prueba en casa, 3/4 aplauden 3 veces por verso, 3 pulsos; 4/4 aplauden 4 veces por verso, 4 pulsos)

El momento clave llega a la hora de pronunciar el nombre del cumpleañero. En primer lugar, cualquiera de las versiones está armada para que la métrica del verso del nombre, incluya uno de 3 sílabas, acompañando cada una de estas con un aplauso. Inclusive los nombres más largos son fáciles de ajustar también.

El gran problema lo tienen las personas de nombres cortos, porque como nadie se pone de acuerdo antes de empezar sobre como ajustar el nombre a la canción, no se entiende nada a quien se lo están cantando. Un gran porcentaje, decide estirar la última silaba para pronunciarla en dos tiempos, Ma – rio – o, que es algo lógico pero que suena bastante mal. En cambio muchos otros mezclan el nombre del cumpleañero con la relación personal que tienen con él, entonces los padres, tíos, abuelos, primos y hermanos mayores, aplican un diminutivo que transforma el nombre a 3 o 4 sílabas. Ma – ri – to, pero los sobrinos dirán Tio – Ma – rio, los nietos Abu – Ma – rio, sus empleados Señor – Ma – rio, y todo esto sin nombrar a los que balbucean la primera parte por ausencia de conocimiento del nombre del agasajado, pero cantan fuerte las últimas dos sílabas para no quedar tan mal.

El cumpleaños de uno es un momento muy esperando por (casi) todos, pero sería ideal si nadie te cantara esa pésima canción, que no dura más de 10 segundos, al menos que el animador o alguna otra persona ponga en la computadora o el minicomponente alguna de esas pésimas versiones donde repite 652 veces toda la canción, haciendo que ese momento tan esperado resulte como mínimo incómodo, y no termine de pasar nunca.

jueves, 30 de abril de 2009

eTeRNaMeNTe CuLPaBLe

Hace un año mas o menos que me viene pasando, pero hace poco entendí el por qué. De golpe un día encontré que tenía pelos en el pecho, pero el problema es que esos pelos pertenecían a mi cabeza. Fue un día que los vi al salir de la ducha, y desde ese día me pasa en cada ocasión, cuando termino de secarme encuentro pelos en mi pecho, algunos transportados por la toalla, otros caen por si solos.

Cada pelo mío que encontraba en el piso, en mi pecho, en la toalla, me dolía como si me lo clavaran en la espalda, no entendía por qué el dolor de ver mis rulos fuera de mi cabeza, no entendía la tristeza que me causaba la caída de mi cabello. La estética nunca me preocupó demasiado, limpiar los pelos que había por ahí tampoco, busqué y no encontré, hasta hace poco que en entendí el por qué.

Eran los últimos días de febrero de 2004 cuando Mario vino a visitarme a Mar del Plata, para terminar de organizar nuestras vacaciones. Con información de Internet y los comentarios de un primo de un amigo de un amigo que alguna vez lo hizo, planeamos ruta, fecha, cantidad de kilómetros y de comida, herramientas necesarias y economía de guerra para afrontar los famosos “7 lagos”, en bicicleta.

Llegué a Tandil el sábado 28 al mediodía, teníamos un solo día para darle los últimos retoques al viaje y a la preparación de la bicicleta, algo nada fácil para dos novatos. Ese 28 fue un día larguísimo que no voy a olvidar, cada detalle está grabado en mi memoria y es uno de los motivos de por qué les cuento todo esto.

En orden cronológico y sin entrar en detalles, me tomé un remis desde la terminal, llegué a casa pero no tenía llaves, pedí una bici prestada, fui a buscar las llaves a lo de mi cuñada, me caí de la bici, termine en el hospital, pase un buen rato con mi chica, preparé la bicicleta para salir al día siguiente, fui a saludar amigos que hacía mucho que no veía, probé la bicicleta para confirmar que estaba todo bien, cené con mi hermano, fui a un cumpleaños, me emborraché, fui a bailar, volví a casa con mi chica, me acosté a cualquier hora y casi sin dormir y con mucha resaca, nos encontramos con Mario en la puerta de casa, y salimos pedaleando hacia la terminal, un colectivo nos llevaría hasta Azul, y de ahí otro a Bariloche.

Ya en la ruta y antes de dormirnos lo miré a Mario con ese gesto que tienen todos cuando recién salen de vacaciones:

YO: ¿no nos olvidamos nada no?

Mario: Yo creo que no, a ver… comida, bicis, caja de herramientas, mapas, plata.

YO: Plata, ahí está, mi vieja me había dicho que pase por lo de la abuelita, seguro que me iba a dar unos pesitos para aportar a la causa.

Mario: Ya fue, los cobrás a “viaje vencido”, ya ya está.

El viaje fue excelente, no le faltó ningún condimento, un poco de sufrimiento pedaleando bajo la lluvia, la cuota de incertidumbre al perdernos en la montaña con la bici al hombro, la parte de relax con 2 días en un camping al borde del lago, el mínimo indispensable de adrenalina con 13 kilómetros de bajada llegando a San Martín de los Andes, y el bonus track de lo social compartiendo carpa y cenas con personas que recién conocíamos.

Con las piernas cansadas, la espalda dura y la ropa sucia volvíamos rumbo a Tandil. Los dos teníamos una sonrisa dibujada en la cara mezlcada con un gesto de asombro, de haber logrado casi una proeza (al menos para nosotros). Como si hubiera sido un partido de fútbol comentabamos cada jugada, cada tramo de ruta, cada persona(je) que habíamos cruzado, cada lago, cada camping, los aciertos, los errores, no terminabamos de entender lo vivido en esos 13 días.

Llegamos a Neuquén cerca de las 21hs, así que antes de entrar en la noche, ambos aprovechamos para avisar en nuestras casas que estaba todo bien, y la hora de llegada.
El teléfono lo atendió mamá, ante cada cosa que le contaba respondía con un monosílabo de poco entusiasmo. Educada como siempre dejó que yo terminara de hablar para empezar, hizo una introducción breve como quien quiere meterte en tema sin publicar detalles, su voz raspada y temblorosa hacía presumir que algo no andaba bien, y así fue.

Se me vino el mundo abajo, los gestos de felicidad y asombro se borraron de un plumazo de mi cara, mi corazón empezó a latir como queriendo salirse de mi pecho, y mi respiración agitada parecía la de un nene cuando quiere hablar llorando.

Mamá me contaba, como podía, que la abuelita se había caído en su casa, y se había quebrado la cadera, que estaba internada en observación y que los médicos no daban más detalles que esos.

Desde el momento en el que colgué el teléfono hasta la llegada del colectivo a Azul, solo guardo una imagen en mi cabeza, no me acuerdo como terminó la charla con mi mamá, ni si le conté o no a Mario el motivo de mi cambio de ánimo, el único recuerdo que tengo me tiene a mi ocupando 2 asientos del colectivo, en posición fetal, y llorando, llorando mucho y sin parar, intentando comprender lo que pasaba, deseando que todo fuera mentira.

Mi cabeza no dejaba de pensar, de buscar por qués, la voz de mi mamá iba de un oído al otro, mis lágrimas mojaban ya mi ropa, y encima faltaban 10 horas de monotonía arriba de ese colectivo, monotonía que se rompía sólo cada tanto, que Mario que estaba sentado adelante, espiaba por el medio de los dos asientos buscando una explicación a ese grandulón acurrucado que no dejaba de llorar, me miraba a los ojos para que yo sepa que no estaba sólo, pero sin hablar si quiera, para respetar mi momento.

Mi abuela no podía recibir visitas, y tuve que volver a Mar del Plata sin poder verla. A esa altura no se si era más grande la tristeza de tenerla internada o el sentimiento de culpa de no haber ido a visitarla ese sábado 28 de febrero, donde seguramente ella me iba a dar algún billetito y alguna palabra de aliento para que me lleve al viaje. Había una posibilidad de que la operación salga mal y yo no pueda volver a verla, y eso me hacía aún peor, agrandaba mi culpa.

Seguramente de haber ido a tampoco hubiera cambiado el destino de esa caída, lo único que hubiera cambiado es la culpa que yo siento de haberme perdido ese abrazo antes de viajar, y tal vez, quien sabe, de haberla hecho perder a ella ese mismo abrazo.

Llegó semana santa y volví a Tandil, la abuelita ya podía recibir visitas y yo esperaba ansioso ese momento. Llegué a la clínica nervioso como si fuera a rendir un final, veía en esa visita un examen de nieto, donde ella tenía que ponerme la nota de acuerdo a mi comportamiento. Entré a la habitación tembloroso, ella estaba acostada en la cama y mi tía y mi mamá charlando bajito a un lado. La miré con sentimiento de culpa, como quien busca pedir perdón con la mirada, me acerqué a ella y le di el beso más sentido de toda mi vida. Ella respondió la mirada, y con todo su esfuerzo levantó su mano derecha en dirección a mi, yo esperaba una caricia de abuela, o una cacheta en señal de reproche, pero no fue así. Mientras la mano seguía subiendo una sonrisa se empezó a formar en su boca, entrelazó sus dedos en mis rulos y dijo: “Ay nene!! Vos nunca te vas a quedar pelado”.

El 22 de abril de 2004 muere “La Abuelita Chiquita” con 92 años.

Seguramente nunca me voy a quedar pelado, lo malo de tener pelo durante toda mi vida, es que siempre va a haber alguno que se caiga, que termine en mi pecho, y que me haga recordar que la culpa será eterna.

miércoles, 8 de octubre de 2008

HaCeR NaDa

Eran las 12 de la noche del martes 23 de diciembre, hacía un poco de frío y mis viejos ya estaban en la cama. Yo sin sueño y aburrido crucé la calle y me fui a lo de "el Ema", que seguramente iba a estar igual de solo y aburrido que yo. Su cara al abrir la puerta me dio la razón, así que entré y empezamos a matar el tiempo, por no matarnos nosotros.

- ¿Qué hacés Ema?¿Que andás haciendo?

- Nada, pasá.

A eso de las 4 de la mañana volví a casa. El sueño se nos tiraba encima desde hacía un par de horas, y desde las 3 que nos veníamos despidiendo pero siempre había algo más por decir, hacer o ver.

Al día siguiente hablaba con mi novia por teléfono, le conté todo lo que había hecho el día anterior pero esas 4 horas no se las pude explicar.

ELLA - ¿Y por qué tenés sueño?¿Saliste ayer?

YO - No amor, un martes en Tandil a donde querés que vaya.

ELLA - Pero me decís que tenés sueño.

YO - Pasa que estuve en lo de "el Ema" hasta las 4 de la matina.

ELLA - ¿Haciendo?

YO - Nada.

ELLA - ¿Como nada? Son muchas horas para no hacer nada.

YO - Que se yo, de todo un poco, pero nada.

ELLA - Pero contame, algo tienen que haber hecho tanto tiempo.

YO - Ya te dije, de todo un poco, pero nada.

ELLA - Pero Fer, no te entiendo.

YO - Ya fue Glo, hablemos de otra cosa.

Es una charla idiota de una pareja cuando no tienen nada realmente importante para contarse. Algunos pensarán que yo no le quería contar, pero otros, muchos otros, entienden de esto lo mismo que yo, las mujeres no matar el tiempo “haciendo nada”.

El "hacer nada" es una actividad en tiempo de ocio mediante la cual el reloj avanza más rápido de lo normal y de la que no sale nada productivo. Estas actividades tienen un ciclo de aproximadamente 3 meses de duración. Luego comienzan a disminuir su frecuencia hasta desaparecer, pero pueden volver a escena con un mínimo de un año de ausencia. Son actividades casi exclusivamente masculinas, a las que uno no sabe responder si fue divertido o no. Eso si, cuando duran más de 10 horas seguidas, o más de 3 meses en el calendario, se denomina adicción, y es nocivo para la salud.

Todos nosotros pasamos alguna noche sin dormir, jugando al TEG hasta las 6 de la mañana. Pero solo los hombres son capaces de pasarse 20 noches seguidas jugando de noche, y analizando cada movimiento y tirada de dados durante el día. A partir de la 2da noche consecutiva, se considera "hacer nada".
Mirar una película es una buena manera de pasar un buen rato, pero poner 3 películas seguidas que ya viste 5 veces cada una, es "hacer nada". Mirar el partido del domingo está muy bien, pasarse un domingo de lluvia mirando la tele todo el día también, pero pasarse cada domingo delante de la tele desde las 11 de la mañana (TC y TC 2000) hasta las 21hs que termine el clásico de la fecha, es "hacer nada".

Pero los mejores ejemplos llegan con la vida de estudiante. La época de la guitarra es una de las que más me gusta. Cada rato libre se mata con alguno tocando la guitarra, inclusive quedándose hasta las 5 de la mañana con el mate lavado y los ojos pidiendo por favor ir a la cama. ¿Alguien conoce algún grupo de mujeres que se quede hasta las 5 de la mañana tocando la guitarra un jueves cualquiera?
Con los juegos de computadora empezaron a aparecer "hacer nada" de gran nivel y variedad, el chat hizo lo suyo, y youtube uno de los mejores "hacer nada" que conozco al día de hoy. ¿Conocen a alguna mujer capaz de estar 5 horas mirando videos de youtube? El Video Match antiguo, los mejores goles de Maradona, un Ronaldo vs. Ronaldinho, lesbianas dándose besos, canciones pelotudas, gente pelotuda que hace canciones, videos a amigos de gente que no conozco, grandes vomitadas, los X games, risas de bebés, pedos gigantes, filmaciones de hinchadas, guitarristas desconocidos, Peter Capusotto y sus videos, Todo X 2$, etc. ¿Como le explico a mi novia que en vez de escribirle una carta de amor me pasé todo el día mirando youtube o jugando al Wining Eleven?

Inclusive "ir de putas" o fumar porros es parte del conjunto de actividades de "hacer nada" a las que te lleva el aburrimiento (más de 3 meses adicción). ¿Conocen un grupo de mujeres que maten el tiempo de esta manera? Por otro lado, todo el mundo dice que a las mujeres les gusta hablar, pero yo creo que a nosotros más. Noches enteras hablando de política (en época de elecciones o de crisis), de fútbol (con estadísticas incluidas), o simplemente de tetas (época de crisis).

Ellas no saben matar el tiempo con cosas improductivas, con la habilidad manual nosotros jugamos a la play, ellas tejen un puloversito, con la televisión nosotros miramos partidos de fútbol, ellas miran utilísima y aprenden a hacer cortinas de todo tipo, nosotros hablamos pelotudeses toda la noche para dormir hasta el mediodía, ellas se acuestan temprano para aprovechar la mañana.

Y no quiero decir que no sean divertidas o no sepan divertirse, lo que sí quiero decir es que se aburren rápido, porque no saben matar el tiempo. Porque limpiar no es matar el tiempo, eso es limpiar, porque estudiar inglés no es matar el tiempo, es estudiar inglés, porque hacer pulseritas no es matar el tiempo, es hacer pulseritas, porque leer un libro no es matar el tiempo, es leer un libro, porque todo eso tiene un producto tangible, es que digo que las mujeres no saben "hacer nada".

miércoles, 1 de octubre de 2008

LoS CHiSTeS DeL Tío BeTo

Marido y mujer acuden al psicólogo tras 20 años de matrimonio.

Cuando se les pregunta cuál es el problema, la mujer saca una lista larga y detallada de todos los problemas que han tenido durante los 20 años de matrimonio:

...poca atención, falta de intimidad, vací­o, soledad, no sentirse amada, no sentirse deseada...
La lista es interminable. Finalmente, el terapeuta se levanta, se acerca a la mujer, le pide que se pare y la abraza y besa apasionadamente mientras que el marido los observa con una ceja más alta que la otra. La mujer se queda muda y se sienta en la silla medio aturdida.

El terapeuta se dirige al marido y le dice 'Esto es lo que su esposa necesita al menos 3 veces por semana. ¿Puede hacerlo?'

El marido lo medita un instante y responde:

-Bueno, la puedo traer los lunes y los miércoles, pero los viernes tengo fútbol!!!!!!! !!!!!!!!! !!

sábado, 27 de septiembre de 2008

iNMiGRaNTe oLíMPiCo

(Ya se que estoy fuera de fecha, pero tampoco vale la pena esperar 4 años más a Londres 2012, para escribir una pelotudez semejante. Imaginen que están esperando el turno en el médico y la revista que agarraron es de hace un mes, y ésta la anteúltima pagina, esa que no lee nadie porque va acompañada de una propaganda gigante de alguna pastilla adelgazadora).

Esperaba ansioso los Juegos Olímpicos, años y años, 4 exactamente, escuchando las palabras Pekín, Beijing, y China, y varios meses los nombres de Phelps y Bolt, además de los de Messi y Nadal, porque yo estaba en España, en Catalunya, perdón.

No es un dato menor lo de encontrarse en otro país para acontecimientos de este tipo. Olvidate de ver reportajes a los deportistas de tu país, olvidate de ver las actuaciones de tu país, olvidate de enterarte algo relativo a como va tu país, salvo que tu país, esté entre los 3 primeros en el medallero general.

Para que se den una idea de el patriotismo (pelotudez) de los periodístas españoles, les cuento que para todos ellos estos juegos olímpicos serán recordados como los juegos de Phelps, Bolt y Nadal. Los dos primeros batieron todos los records habidos y por haber en las dos especialidades olímpicas de mayor de tradición, la natación y el atletismo, de una manera abrumadora. Nadal ganó el oro en tenis. Sin embargo, los periodistas ponen a los 3 en el mismo escalón. A pesar de que la Australiana Stephanie Rice ganó 3 oros, por citar un ejemplo, el mundo, según ellos, debería acordarse de Nadal, que es un fenómeno, pero convengamos que no hizo ninguna hazaña.

Volviendo al desarrollo de los juegos, al YO teleespectador inmigrante en un país de periodistas patriotas, ly con una respuesta corporal y mental un poco extraña, experimenté una cadena de sentimientos de lo más contradictorios. Empecé por la adrenalina, el “subidón”, causado por las ganas de ver deportes que en realidad no me gustan, ni me interesan, pero que cada 4 años me hago el fanático y hasta me hago el que entiendo, comiéndome datos y estadísticas que no sirven para nada, y con fecha de caducidad en la ceremonia de clausura. Es entonces cuando uno habla de remo, tiro con arco, natación sincronizada, equitación, esgrima, etc.

La adrenalina me duró 4 o 5 días, no más. Cambié la adrenalina por la falta de identidad, traducida en desorientación y crisis de nacionalidad. Entré en este sentimiento cuando me di cuenta que en 5 días, no había visto ni una sola camiseta o banderita “blanquiceleste”. Un bombardeo sensorial con Televisión Española a la cabeza, pero con la gente que me rodeaba como soldaditos, inconscientes de su complicidad, hizo que yo me replanteara esa adrenalina. ¿Eran esos los juegos olímpicos que yo esperaba? ¿Era eso lo que yo quería ver? Definitivamente no. Me hicieron alentar por camisetas rojas y amarillas, y sentir dentro de mi cabeza una canción que dice “a por eios”, pero no lograron convencerme, me di cuenta enseguida (no podía ser).

Entonces dividí la falta de identidad en dos sentimientos separados. El primero, es que soy argentino y quiero ver a Argentina. El segundo, una especie de odio a España, odio deportivo causado por su pésima y patriota televisación y por sus periodistas, de iguales carácterísticas que la tele. Ellos me obligaban a ver españoles, y yo me vengaba internamente haciéndo fuerzas para que pierdan. Pero a los 4 o 5 días de hinchar por el país que juegue contra España, me di cuenta de que todavía no había visto competir a ningún argentino. Casi 10 días de competición, y yo no había visto ninguna competencia de argentinos (con excepción de Fútbol y Básquet). Y es ahí cuando mi sentimiento volvió a cambiar.

Me puse en el lugar de los otros, imaginé un español viviendo los Juegos desde Argentina, y entendí un concepto. Cada país televisa a los deportitas nacionales en todas sus instancias, y las finales de casi todos los deportes sin importar la nacionalidad de sus participantes. Eso se llama decepción. Que los argentinos no fueran televisados en España, no era por culpa de los españoles, sino de los propios argentinos, carentes de nivel para llegar a las finales. Yo no había visto solo los colores rojos y amarillos, había visto banderas de todos los colores provenientes de todos los continentes, pero ninguna celeste y blanca.

Ya decpcionado, empecé a indagar analizando los deportes y sus ganadores. Pero hay una pregunta que no tiene respuesta. ¿Cómo le fue a Argentina en los Juegos Olímpicos?
Una de las respuestas es la “oficial”, que dice que en el medallero quedamos en el puesto número 34. Otra de las maneras de responder, es dividir la cantidad de habitantes del país por la cantidad de medallas, pero tampoco me interesa demasiado. Por otro lado, ¿Vale lo mismo la medalla de oro de un idiota saltando en la cama elástica que la de un equipo de hockey integrado por 20 personas o más? ¿O si son 16 jugadores, el país suma 16 medallas? Para el comité olímpico vale lo mismo. Para la gente no.

Como amante del deporte primero, y como argentino después, quedé decepcionado. No concibo como deporte a un caballo dando saltitos de modelo, o a un gordo con una escopeta disparándole a un freesby. Que eso valga lo mismo que el esfuerzo de todo un equipo me parece una tomadura de pelo. Pero como argentino, no entiendo como todos los países tienen “deportistas” en estas disciplinas, pero nosotros no. ¿O no tenemos millonarios que quieran más a sus caballos que su mujer, o que se la pasen todo el día con una escopeta? También nosotros tenemos negritos que se cagan de hambre y corren un par de kilómetros descalsos para ir a la escuela, pero ninguno compite en las maratones. O no tenemos algún giganton hiperquinético al que el doctor le recomiende la natación como terapia, y salga un nadador como la gente. Algún loco que se crea Robin Hood y compita en tiro con arco, algún atleta que se dé cuenta que no sirve para ninguna prueba y compita en el decatlón, o algún patovica que levante pesas. Pero por lo visto a nosotros no nos importa nada de eso.

No nos olvidemos tampoco, que hay deportes respetables que entregan una cantidad de medallas con la que es difícil competir. Gimnasia artística entrega 10 medallas a cada sexo, o sea que un solo gimnasta puede llevarse 10 medallas él solito, mientras que los deportes de equipo entregan sólo una. Son pruebas parecidas, con leves diferencias, pero que cuentan como deportes diferentes. O sea que las dos medallas en hockey y basket que logró la Argentina con un trabajo de equipo espectacular en donde intervinieron 50 personas y para las que compitieron todo el mes de agosto, suman menos que las 3 de un chinito que sabe hacer mortales y las hace en el suelo, en el potro, y y en la barra, en una sola tarde.

Es entonces cuando miro el medallero, y me pregunto si Argentina le fue bien o mal. Miro los países que están arriba nuestro, y encuentro en sus medallas pruebas que para mi no son deportes, pero sin embargo ellos ocupan una mejor posición. Somos el país 34 en el medallero, estaremos un poco más arriba si dividimos medallas por cantidad de habitantes, ¿pero nos importa realmente subir en el medallero con deportes que ni si quiera sabemos el nombre? Tenemos la capacidad de emocionarnos con la medalla de Curuchet arriba de una bicicleta, pero nadie se hubiera puesto triste si no la ganaba. Nos alegra por él, pero no es un deporte que nos interese, y el ciclismo es sólo un ejemplo.

Estoy seguro, segurísimo, que a todos esos países que festejan medallas de deportes que nadie conoce, jugados por algunos fanáticos, les gustaría ser bicampeones olímpicos de fútbol, deporte mundial por excelencia. Y por eso, es que salimos de los juegos con pocas medallas, y la frente bien alta.